El intendente Sergio Uñac, junto a un grupo de productores está en Andalucía, España, realizando reclutamiento de proyectos que puedan ser aplicados en la provincia.

No disimula Antequera su condición de nudo geográfico de Andalucía, allí por donde siempre hay que pasar para ir a algún lado. Desde que comenzó a explotarlo, hace algunos años, cuentan los lugareños que todo cambió. Y ahora, esta estación intermedia entre poderosas y pujantes ciudades del Sur español se hace sentir, especialmente en infraestructura y en producción.

Hasta aquí llegó un grupo de productores sanjuaninos, especialmente de Pocito. Junto al intendente Sergio Uñac, comenzaron un gira de reuniones con funcionarios y empresarios que les permita sacar ideas de aplicación en la provincia. Poniendo una particular atención en todos aquellos factores capaces de derramar enseñanza de quienes llevan la delantera a nivel mundial, y comparten factores en común con los pocitanos. No sólo la condición de ciudades de mediana envergadura dedicadas a producir, sino también que lo hacen con particular acento en la horticultura y los olivares.

Antequera, esta apasionante ciudad de diseño medieval y donde todo huele a cientos de años, es una zona que integra la locomotora andaluza fraguada para sacar provecho de los productos de la tierra. Aquí están muchos de los emprendimientos más importantes del mundo olivícola, aquí están sus secretos y aquí están las personas que conocen al dedillo sus modos de producción.

Es Antequera una ciudad que ha decidido reconvertirse y que disfruta de eso. Desempolvó sus tesoros, le sacó lustre a su pasado y diseñó un plan estratégico, como lo ha hecho Pocito, para descubrir donde están sus potencialidades y allí poner sus esfuerzos.

En ese tránsito es que tomaron contacto con los pocitanos y decidieron emprender un camino en común. La hoja de ruta incluye el intercambio de experiencias y conocimiento y en eso es que está la delegación sanjuanina. Y se encontró con que comparten mucho más que la pretensión de diseñar el crecimiento. Son ciudades que comparten la matriz productiva, las hortalizas y el olivo, y encuentran allí fuertes motivos para retroalimentarse.

Y cuál es ese modelo andaluz que vinieron a mirar los sanjuaninos? Para tener una idea, España produce la mayor cantidad de olivares de todo el mundo, 1,5 toneladas de cada 2 que se producen en el mundo. Para eso, tiene cultivadas 2,34 millones de hectáreas de olivo, de las cuales 1,5 millones están en Andalucía, mientras Málaga, la provincia andaluza donde se encuentra Antequera, tiene 330.000 hectáreas. Para tener una idea de la escala, en San Juan hay actualmente poco más de 20.000 hectáreas luego del boom de hace unos años que hizo más atractiva esta producción a escala mundial, mientras Pocito tiene 3.000.

Digamos que algo conocen estos andaluces sobre el cultivo que en los últimos tiempos ha despertado un gran interés en la provincia, con similitudes y diferencias sobre lo que ocurre en nuestra provincia.

Entre las primeras está el clima. Hace mucho calor en el verano que está por comenzar en España, y el terreno andaluz es al igual que el sanjuanino, bien árido. Claro que aquí llueve bastante más: 500 milímetros, contra los 180 de San Juan. Igual se las tienen que arreglar con el riego por goteo, de fuentes que extraen desde la napa freática. Hoy, la totalidad del cultivo de olivares tiene este tipo de riego.

Cuentan que a esta zona, a la que acuden muchos ingleses y escandinavos a escapar del frío en plan turístico, fue llamada la California europea por la bondad de su clima y sus condiciones de suelo. Algo así como fue llamado Cuyo en los años 20, cuando los dueños ingleses del ferrocarril argentino salieron a vender por estas tierras las parcelas contiguas a las vías.

Como se entiende entonces, los olivares son entonces la gran estrella productiva de estas tierras, aunque no el único sector capaz de dejar enseñanzas a la expedición de los sanjuaninos. Lo que sí deslumbra es la manera de organización que tienen para hacer más provechosas esas prácticas productivas, con eje en cooperativas y en cooperativas de cooperativas, aún para las explotaciones más importantes. Antequera, como Andalucía, tienen gobiernos socialistas y hacen sentir esa visión en las organizaciones productivas.

Los sanjuaninos tuvieron el privilegio de ser recibidos en la oficina que la Junta de Andalucía dispone en Antequera para recibir información. Es un despacho para la agricultura que tiene el gobierno regional, y aquí es donde se queman las pestañas para sacar mejor provecho a la tierra, la poca disponible que hay, así sean cerros.

Allí es donde también surgió una clara evidencia sobre las diferencias entre un productor español y otro sanjuanino, que hay y muchas. La principal son las subvenciones, sumas voluminosas de dinero que reciben los hombres del campo para mantener la producción y no venirse a los centros más poblados.

Para entender un poco este juego hay que decir que aquí en Andalucía se paga alrededor de 0,40 euro por cada kilo de aceite de oliva. Esto es decir algo menos de 2 pesos de los nuestros, casi la totalidad del precio pleno que reciben los productores sanjuaninos: 2,10 la conservera, mientras la aceitera se pagó 1,30 pesos. A eso hay que sumar aquí el calor del mercado, otros 50 centavos de euro, que cubre casi totalmente el costo de producción. Por lo tanto, la subvención es más o menos lo que se queda en el bolsillo del productor, aunque se hace buen esfuerzo por disimularlo y ponerle otro nombre: dicen que el dinero que les pagan a los productores no es por volumen de producción sino para honrar los derechos y facilitar el acceso a la infraestructura.

Está claro que no es eso lo que vienen a ver los sanjuaninos ante la imposibilidad de ser imitadas esas subvenciones (hay que notar que en plena crisis, recortan todo, hasta los sueldos de los concejales, pero no recortan esos aportes estatales a la producción). Aunque más de uno no salía de su asombro de conocer lo voluminosas que son las ayudas y estímulos estatales. Pero tienen un consuelo importante: sacaron cuentas de rendimientos y calcularon que en kilos por hectárea están mejor que los europeos. La necesidad, con cara de hereje.

El otro punto magnético para el equipo pocitano fue descubrir cómo el turismo se ha convertido en una fuente de ingresos nada despreciable. Aquí nada se regala, todo se vende. Especialmente en una ciudad de una historia varias veces milenaria: cuando la conquistaron los romanos unos 1.000 años AC le pusieron Antequera, que significa ciudad vieja. Ya lo era.

Desde allí, no deja de dejar registro de cada paso de la historia y en apenas pocos metros conviven la termas romanas, las fortificaciones de los moros que fueron dueños de estas tierras hasta 1410, cuando fueron definitivamente desplazados por los cristianos y dejaron sus espléndidas catedrales. Todo eso junto puede ser paladeado a ritmo de flamenco en uno de los tantos deliciosos mesones de la ciudad.

Pero además de estos tesoros, también está el sector productivo como anzuelo para los turistas. Ermitas, establecimientos de quesos, jamones, olivas, se han reconvertido para atrapar la atención turística y capturar algunos euros adicionales. Imposibles de alcanzar el patrimonio cultural milenario de esta región, la producción no tiene mucho para envidiar y cabe entonces preguntarse por qué no profundizar el perfil turístico sanjuanino al estilo de los andaluces.

Ayer fue el turno de una cooperativa hortícola Torcal, de dimensiones medianas pero muy rentables para sus dueños. Se dedican a casi lo mismo que los pocitanos, con excepción de la papa. Hablaron sobre los costos de producción, el rendimiento por hectárea, las plagas y los tipos de cultivos. Y en voz baja reflexionaron: esto es lo mismo allá que acá, con la diferencia que aquí los dueños son los que producen y se quedan con la mayor parte de la renta.

Avanzaron sobre algo impensado: la posibilidad de enviar muestras de semillas de cebollas para venderles a los españoles. Y sintieron cómo los locales se interesaron por el sistema de riego por canales que les contaron los sanjuaninos.

Fue una manera de comprobar que hay mucho que aprender. Pero que, en realidad, no está tan lejos de los principales centros de producción como esta impactante California europea.

 

Fuente: Diario de Cuyo